domingo, 22 de mayo de 2011

El cambio de un destino

Hola, amigos. Está a punto de amanecer, hace dos horas que he llegado a casa y aunque me he entregado durante siete horas a mis oyentes a través de Aragón Radio, aún siento ganas de comunicarme con las personas que han sabido hacer grande el zaragocismo en una jornada tan especial.

Nunca antes he disfrutado de una sensación tan placentera como la saboreada durante todo el día de hoy en Valencia. He narrado seis finales de la Copa del Rey, una supercopa de Europa y la gran final de París. Pero jamás había estado tan orgulloso de la afición zaragocista como en Valencia. Era algo tan cruel como evitar un descenso, pero tan maravilloso como apreciar una corriente tan fuerte como la que miles de personas han protagonizado en el estadio del Levante.

Ha quedado demostrado que nada puede parar a esta afición. Y que los jugadores han sabido asimilar la gran lección de zaragocismo de tantos seguidores blanquillos repartidos por el mundo. Pese a Agapito y a sus más próximos colaboradores, pese a la prensa nacional en nuestra contra, pese a los arbitrajes, pese a todo lo divino y humano que ha estado presionando nuestra permanencia, el éxito de la marea zaragocista ha tenido su eco en una brillante victoria en la capital levantina.

Ahora queda que se precipite la marcha de Agapito, aunque haya manifestado que se encuentra con fuerzas para seguir. Que no se engañe, que el zaragocismo no le quiere, que la gente clama por su salida del club, que es lo peor que le ha pasado al Real Zaragoza en toda su historia. Él y su gente sobran de esta prestigiosa entidad. La única posibilidad del cambio de un destino impuesto y forzado es que nos deje en paz, que pille el dinero que sea y que diga adiós, porque Zaragoza, Aragón y el espíritu de esta afición no se merece este castigo.