Decía este lunes por la mañana, en mi sección diaria de Aragón Radio titulada "Desde el fondo de la red", que el Real Zaragoza me había proporcionado la primera buena noticia del fin de semana porque no había perdido. Claro que tampoco había jugado, lo que no deja en buen lugar a un equipo que solamente escapa del fracaso cuando no juega. La semana ha sido de abrigo para Agapito, que no ha ganado para disgustos, con reveses de un lado y de otro que han hecho todavía un poco más ingrata la situación del equipo aragonés.
El lunes se destapó por parte de algunos medios de comunicación filtrados por el entorno del presidente, que iban a producirse los ceses de los responsables deportivos del club. Esta situación enfadó aún más al máximo accionista que el martes negó los despidos y aprovechó para lanzar un mensaje de apertura a la venta de la sociedad. El miércoles, con tan sólo seiscientos aficionados en la Romareda, llegó el mayor fracaso del trofeo Ciudad de Zaragoza, con derrota -para más INRI- contra la SD Huesca que parece haber tomado el camino de la permanencia desde entonces. Y el jueves, la familia de Carlos Lapetra anunciaban que, o cambiaban mucho las cosas, o pedirían la retirada del nombre del mejor futbolista aragonés de todos los tiempos de un torneo que cada vez tiene menos prestigio y que se disputa sin un mínimo de dignidad.
Ahora consiste en que los técnicos impriman a la plantilla ilusión, capacidad de superación y el suficiente entusiasmo como para ganar el primer partido. El escenario no es el más idóneo, pero alguna vez habrá que ganar y dejar atrás los fantasmas de la temporada pasada, cuyos números en la primera vuelta están incluso fuera de nuestro alcance. Y que un buen resultado anime a una afición que ya ha perdido casi todas las ilusiones en un equipo que se desliza por el sumidero y ante la creencia cada vez más extendida que la única solución es la desaparición para comenzar de nuevo.