Casi nadie lo quiere decir pero muchos lo pensamos. Y yo ya estoy hasta el gorro (como diría Alfonso Soláns) de ser políticamente correcto. Quienes me siguen admitirán que he advertido desde la pretemporada de lo que iba a ocurrir y que mis terrores nocturnos soñando con nuestras visitas al Camp Nou y el Santiago Bernebéu, tienen su base científica. De momento, la mayor goleada en los más de doscientos partidos jugados hasta ahora en la Liga, la ha sufrido el Real Zaragoza en Barcelona.
Lo de esta tarde en la Romareda es un insulto al zaragocismo. Osasuna ha bailado al Real Zaragoza que ha salido sin intensidad al terreno de juego y ha recibido tres bofetones de los navarros en los primeros quince minutos que no han sido gol de milagro. Mucho mejor plantados sobre el terreno de juego, han marcado el gol y han dormido el partido. Cualquiera de sus futbolistas era mejor que los nuestros; por lo menos, le han echado más garra y contundencia que los blanquillos, sin esquema, ni dirección de juego ni capacidad ofensiva.
Abandonar a su suerte a Lafita como único delantero es ua temeridad y aunque se ha fabricado dos o tres ocasiones, no es suficiente para ganarle a un equipo de Primera División. Si esta es nuestra Liga, estamos arreglados, amigos. Aquí han ganado Osasuna y Valladolid y ha puntuado el Racing de Santander. ¿De dónde sacaremos nosotros los puntos?
La fragilidad de esta plantilla es preocupante y lo malo es que no hay soluciones. Vamos de cabeza a Segunda, con unos números lamentables que evidencian una enfermedad incurable y que cada vez va a mermar nuestra moral, casi agotada por culpa de tantos fracasos.
Esta vez la responsabilidad no la podemos achacar al jardinero, y aunque el árbitro ha estado horrible, no podemos escudarnos es una supuesta persecución de los colegiados porque es una estupidez intolerable. La gente está desanimada, silba pero casi para entrar en calor porque ya comienzan a "pasar" los aficionados de un club sin pies ni cabeza. Y cuyos dirigentes notan ya en sus carnes el desprecio de los seguidores blanquillos que apenas tienen fuerza ni para protestar.
El Real Zaragoza ha perdido el crédito que tenía, muy poco ciertamente, pero ya es uno de los típicos equipos ascensores que ha dejado de tener opciones de gloria para arrastrarse por las cloacas y llorar las pasadas épocas de gloria mientras se ahoga entre la inmundicia.