No tengo el gusto de conocer a Antonio Prieto, del que solamente tengo la mala impresión que he recibido de mis colaboradores directos al realizarle una entrevista después de ser nombrado director deportivo del Real Zaragoza. Aprovechándose de su juventud, les acusó de maltratar a los jugadores del equipo aragonés posiblemente para marcar distancias en la entrevista, una de las menos descargadas de Aragón Radio, seguramente por la escasa importancia del protagonista.
El propio presidente del Real Zaragoza tuvo que corregirle de manera amistosa, indicándole que se había equivocado de enemigo. Con absoluta corrección, uno de los entrevistadores le comentó que el zaragocismo es algo que se vive con el corazón y que no depende de una nómina. Vamos, que un mercenario no puede dar lecciones de patriotismo a quienes viven con intensidad su origen.
Tengo ganas de encontrármelo a la cara y de decirle quién soy, de donde vengo y hacia dónde voy. Cuando cumples 50 años y llevas más de 33 años en esta profesión, te importa muy poco quedar bien con la gente, excepto con la que quieres y que te sigue desde hace lustros.
Prieto aún tiene que justificar el sueldo que cobra; con sus antecesores, Pardeza, Avelino Chaves o Rosendo Hernández, podías sencillamente escuchar lo que decían y aprender. Tengo ganas de saber lo que me enseña este tipo que, de momento, no está rindiendo como el zaragocismo o yo mismo (accionista del club y con el pago de dos abonos), entiende que debe justificar el profesional que ejerce un cargo de tanta importancia.