Tan justo, tan justos, que igual no llegamos. El presente del Real Zaragoza ofrece, cuando menos, muchas dudas si somos positivos y esperamos un cambio radical durante los primeros compases de la competición. Pero las cosas son como son, y las carencias de la plantilla tan evidentes como imposibles de remediar a no ser que se traigan un puñado de futbolistas para aliviarlas.
El partido contra el Getafe era determinante, porque el conjunto madrileño es un claro representante de la Liga donde tendría que jugar el equipo de Marcelino. Y nos ganaron en el marcador final, en el juego, en el sistema ofrecido y en fondo de banquillo. Con jugadores que no son estrellas pero que reúnen una capacidad balompédica superior a la que posee actualmente el Real Zaragoza.
Las deficiencias defensivas son pavorosas y siempre se da pie a que el adversario meta un gol, ya sea a balón parado, desde fuera del área o en los alrededores más próximos al guardameta. En el centro del campo no existe calidad constructiva y arriba, contra defensas de Primera, las ocasiones escasean.
En honor a la verdad, esta plantilla es de inferior calidad a la que nos llevó hace dos años a Segunda División y no tiene, porque no puede, el carácter de otros equipos acostumbrados a pelearse por no entrar en los puestos de descenso. La Liga española es tremendamete competitiva y exige, además de carácter, calidad. Y un sistema sólido donde no recibas demasiados goles.
Los próximos días serán fundamentales a la hora de terminar de confeccionar la plantilla. Y las perspectivas no son óptimas porque ahora solamente queda lo que no quiere nadie y, además con un precio superior al de hace un par de meses porque el mercado está a punto de cerrarse.
Pero mientras hay vida, hay esperanza. Y como la fe carece de lógica, vamos a cruzar los dedos y a esperar que el cuerpo técnico del Real Zaragoza le haga caso, de una puñetera vez a Marcelino, y le traigan una chistera para sacar un conejo de ella.