Es todavía pronto para comprobar si la victoria frente a la Real Sociedad es un acontecimiento aislado, un golpe de suerte o un hecho estadístico; alguna vez hay que ganar en una competición de Liga. Sea lo que fuere, el triunfo agónico ante los donostiarras significó un respiro para la afición blanquilla. Vencer en el minuto 90 hace más espectacular la conquista y dispara la adrenalina, aunque hay que reconocer que el Real Zaragoza mereció los tres puntos. Se vieron cosas distintas a otros días y pareció existir una mayor implicación sobre el terreno de juego. Las carencias son las mismas y los fallos defensivos condenan con demasiada crueldad acciones aisladas.
Está claro que falta remodelar el equipo con tres o cuatro fichajes de calidad y que se necesitaron veinte remates para marcar dos tantos. Pero el respaldo moral que otorga este triunfo puede mejorar la situación emocional de los futbolistas. Está claro que juegan mejor cuando el partido está roto, cuando existe el empuje de la necesidad. Y esto no es bueno aunque dice bien a las claras que encorsetar al equipo con tácticas predefinidas o una excesiva preocupación sobre el terreno de juego le resta frescura a los jugadores y ralentiza sus movimientos.
El primer paso está dado. Ahora hay que seguir ganando y, con la mayor rapidez posible, fichar a gente capaz de darle más calidad a una plantilla que sigue jugando por encima de sus posibilidades.