El efecto Aguirre no funcionó, como era de esperar, y el Real Zaragoza estuvo muy cerca del naufragio en el Coliseum Alfonso Pérez. A estas alturas me vale de muy poco que los jugadores terminasen agotados porque su actuación sobre el césped volvió a ser deficiente. Aunque el árbitro se equivocó siempre en contra de los aragoneses y no estuvo acertado en sus principales decisiones, el Getafe fue mejor que el Real Zaragoza. Dispuso de seis claras ocasiones de gol para vapulear a los blanquillos que se marcharon con un penalty no señalado sobre Lafita, el acierto de Bertolo tras la "cagada" de Codina y un disparo de Sinama Pongolle, que cada vez es peor y mira que ya era malo cuando llegó. Si un delantero no marca, lo mínimo que se le puede pedir es que no cometa una falta máxima que perjudique a su equipo.
En el primer tiempo nos dieron un meneo colosal y eso que no jugaron bien los de Míchel. Y en la segunda parte, una salida tímida, apocada y cobardica de los jugadores permitió un chorreo sobre el área de Leo Franco que se las vio y se las deseó para aguantar la avalancha azulona. Poste, penalty y gol. Y a sufrir, como siempre.
Luego estuvo Teixeira que se empeño en expulsar a Ponzio y que mostraba un rostro completamente desencajado, impropio de un juez que tiene mucho que ver en el resultado final de un partido. Y eso que el Real Zaragoza no mereció ni el empate porque todo el juego lo hizo, a trancas y barrancas, un Getafe que desaprovechó una magnífica ocasión para hacernos una manita.
El sábado habrá que salir a morir a la Romareda, sin excusas, sin miramientos al adversario por muy superiro que sea. Porque seguimos los últimos, con una sola victoria, hundidos en la tabla como nunca antes había pasado.