Hacía tiempo que no escuchaba unas declaraciones similares en una rueda de prensa previa al partido. Marcelino será mejor o peor entrenador, se habrá equivocado más o menos en la gestión de las diferentes crisis del Real Zaragoza, tendrá una parte pequeña o grande de responsabilidad en la situación que atraviesa el club, pero le ha echado un par de narices en la víspera del partido frente al Athletic.
Ha dicho lo que mucha gente pensaba en un momento crítico donde parecía que se había rendido y estaba abandonado a su suerte. Todos sabíamos que estaba sentenciado y que su condena pendía del resultado del Athletic o, en su defecto, del regreso del Santiago Bernabéu.
Marcelino se ha puesto las botas y ha dejado a los pies de los caballos al director general, al presidente y al máximo accionista del club. Y será la Romareda quien juzgue mañana a los directivos blanquillos y al técnico antes y después del encuentro frente al Athletic. Dice Marcelino que "estoy sentenciado porque no tengo la confianza del club y no estoy ejecutado por el apoyo de la plantilla y de la afición que todavía no ha pedido mi cese". Sobre Poschner comentó que "con el Directo General no hay ninguna confianza porque se ha dedicado desde el primer momento a desprestigiar mi imagen y la de mi equipo. La confianza no se dice que se tiene, se demuestra que se tiene. Y creo que tal y como han transcurrido los hechos hasta el día de hoy, ha tomado un camino más cercano, más próximo a tratar de desprestigiar mi imagen a nivel personal y profesional, que a mostrar la confianza. Y lo primero, no lo entiendo".
Por último, el técnico cerró sus sorprendentes declaraciones con una reflexión filosófica: "no creo que estas palabras sean fuertes, sino que son la realidad de unos hechos. Y además, mañana no ganaré yo sino que ganará el equipo. ¿Qué factura me pueden pasar? ¿Que me destituyan?"
La situación del Real Zaragoza es de una terrible crisis, imposible de conocer su alcance y los resultados que pueden acarrearle al club. Es posible incluso que las manifestaciones del Marcelino agraven la situación y esto se marche a hacer puñetas pero, ¡Olé tus cojones, Marcelino!