Resulta imposible de todo punto. Jugando bien, jugando mal, con una disposición táctica o con otra, al final siempre mordemos el polvo. Y suele pasar que nos marcan cuando mejor estamos jugando, y que nos pitan penalty en contra después de no señalarnos uno a favor, y que nos enseñan tarjetas a los cinco minutos de empezar el partido poniendo los colegiados el listón muy alto y luego se olvidan de mostrarlas por jugadas muy similares a los contrarios. ¡Qué fácil es pitarle mal a un equipo que es carne de cañón! Y luego los comités se ríen en nuestras narices a la hora de rectificar claros errores arbitrales...
Pero de todo este desastre tiene la culpa el presidente del Real Zaragoza, denunciado por todo el mundo, con una deuda espectacular y con una plantilla tan descompensada como pobre en talento. Es un milagro que aún no estemos descendidos con tan lamentable gestión social, económica y deportiva. La diferencia entre el trabajo del Villarreal los diez últimos años y el desastre del Real Zaragoza en el último lustro queda bien a las claras en la evolución del "submarino amarillo" y el hundimiento del Real Zaragoza, que se aferra a la implicación de su grupo humano y a la actitud irreductile de su afición. Pero ya saben cómo terminan las grandes gestas bélicas: Numancia contra los Romanos, Zaragoza contra las tropas Napoleónicas, Hungría contra la Unión Soviética... héroes muertos y una memoria que honra la valentía pero que castiga la debilidad ante los poderosos.
Estoy cansado, harto, desanimado por tanto sufrimiento. Por luchar para mantener la categoría y por el futuro incierto que se nos avecina incluso con la permanencia. Es injusto que hayamos caído tan bajo por culpa de gente que ni es zaragocista ni entiende es espíritu de nuestro león en el pecho. Y de esta manera, lo normal será que terminemos hundidos en un barro del que intentamos salir tantas veces como la bota del enemigo nos hunde la cabeza en las aguas fecales que desfiguran nuestro rostro arrastrado por los bajos fondos donde hemos terminado sin fuerzas para levantarnos.
Semana de pasión, días de profunda tristeza, a la espera de otra noche heroica contra el colista, que se jugará en la Romareda su última baza para asirse a la esperanza de evitar el descenso.