Provoca vértigo, alucinaciones e incluso cierta sensación de náusea la situación del Real Zaragoza. Últimos después del primer tercio de la Liga, incapaces de ganar a nadie y sin un sentido real del juego que practica. La defensa es un coladero, el centro del campo no existe y la delantera provoca carcajadas incluso a los que están de funeral. Jamás había visto una plantilla peor en los últimos cuarenta años y una situación tan lamentable en el entorno zaragocista. Nos estamos acostumbrando a perder y el dato de ocho victorias en sesenta y cuatro partidos fuera de casa en Primera División es, sencillamente, bochornoso.
Me dicen y me cuentan, incluso con nombres y apellidos, que hay tres movimientos paralelos para intentar comprar el Real Zaragoza y que dos de ellos han hablado entre sí. Pero Agapito no desea vender, se divierte con el club aunque sea el hazmerreír de toda Europa y ve posibilidades de negocio si se mantiene al frente. Y si no se quiere marchar, cualquier iniciativa es loable pero baladí.
No sé en qué derivará todo esto pero hay que tener en cuenta, por ejemplo, que el mismo Almería se disolvió en 1982 y que hasta siete años después no fue refundado. Y no es el primer club ni será el último que desaparezca. El Club Baloncesto Zaragoza dejó de ser un club de élite y tuvo que abandonar la ACB por problemas económicos tras promesas políticas incumplidas. Y no pasó nada, solamente que se mantuvo el Príncipe Felipe para actividades diferentes a las deportivas en muchos casos.
Me preocupa la imagen, que se pueda descender a Segunda pero, sobre todo, que la sociedad llegue a desaparecer. ¿Nadie va a echar una mano para que esto no ocurra? Lo peor de todo va a ser la lenta y cruel agonía hasta mayo que nos deje sin vida tras una tortura que no nos merecemos los que estamos al margen del club.