Ganarle al Real Madrid es una utopía. De hecho solamente le hemos vencido en dieciséis ocasiones en la Romareda en toda la historia. Pero en el pasado siempre hubo ocasión de superarles y la mayor parte de las derrotas más ajustadas que recuerdo, fueron con una descarada ayuda arbitral. En esta ocasión, y aunque Ramírez Dominguez fue un merengón más, estaba claro que el triunfo era imposible. Jamás podríamos habernos llevado este partido porque los blancos son letales arriba y porque, jugando a medio gas, fueron infinitamente superiores al Real Zaragoza. La ilusión duró menos de un cuarto de hora, el tiempo que necesitó el Madrid de crear la primera ocasión de gol. Desde ese momento, "colorín, colorado, este cuento está acabado". Era cuestión de tiempo, de un contragolpe, de una pérdida de balón, de una falta en la frontal del área. En esta ocasión los visitantes se encontraron cómodos con un 0-3 nada más comenzar la segunda parte y dejaron pasar el tiempo.
Aguirre hace lo que puede y cuenta con la seguridad de que va a tener refuerzos en enero. Que igual suela la flauta por casualidad, por estadística, y se gana en Pamplona. Y que después de consiguen cuatro de los seis puntos en juego y estamos ahí, en la frontera de la permanencia. El mexicano sabía que se iba a perder contra el Villarreal y contra el Real Madrid y que luego sería cuestión de intentar ganar a los equipos de nuestra liga. Tiene la seguridad de que Agapito le va a aguantar y conocía la situación a corto plazo.
Pero está claro que Edmilson sobra en este equipo, como Synama y Marco Pérez (Braulio ya fue rechazado antes de empezar la temporada y se lo comieron por no marcharse al Rayo Vallecano). Que falta un lateral izquierdo, un central, un organizador y dos delanteros. Agapito sigue tranquilo, confiado en que tendrá suerte, creyéndose el mesías del zaragocismo. Y la afición aguanta, traga, se resigna...
No hubo goleada histórica y eso nos reconforta. Ya es pena que salgamos de la Romareda sin el abatimiento de la derrota porque no nos han metido ocho goles como hace unas semanas el Barcelona al Almería en el estadio de los Juegos del Mediterráneo. Ya nos conformamos con cualquier cosa, incluso con seguir siendo últimos una semana más.
Qué lastima, lo que fuimos y lo que nos están obligando a ser. Y no hay nadie que resuelva esta situación pese a los cantos de sirena de los últimos días. Pero el movimiento se demuestra andando y todos están quietos en la mata a ver si se menea alguien con criterio para solucionar de verdad esta amargura.