Las sensaciones, lo llevo diciendo toda la temporada, son interpretaciones subjetivas de la realidad y que sirven para explicar, según el estado de ánimo en el que te encuentres, algo tan objetivo e impersonal como los números. Las cifras, en cualquier caso, no engañan y reflejan con justicia lo que ocurre en cualquier aspecto de la vida.
Terminamos la primera vuelta como la empezamos: con una goleada que es implacable pese a los sentimientos de los más optimistas que vieron en el arreón de la segunda parte en el Madrigal, signos de esperanza. Cuatro nos metieron en Sevilla y cuatro nos endosaron en Villarreal. Cuatro con Marcelino, cuatro con Gay. Cuatro con Pavón, cuatro con Jarosik, cuatro con Uche, cuatro con Suazo. Y así, hasta sumar los 41 goles en 19 partidos que significan ser el equipo más goleado en la Primera División en las doce últimas temporadas en el ecuador del campeonato.
Y seguimos penúltimos, cada vez más lejos de la permanencia, con errores lamentables en la zaga y con una falta de puntería terrible, sumando 3 victorias en la primera vuelta con unas cifras de descenso que, de seguir así, harían que el descenso se consumase un par de meses antes del final del campeonato.
Pasamos de negarnos a fichar a nadie antes del cierre del mercado de verano a un carrusel de cambios en enero. De la gran sequía a la gran remojada, con demasiadas urgencias y una ansiedad capaz de infartar a cualquiera. Incluso volver a pensar en Víctor Fernández o Víctor Muñoz, después del nuevo fracaso en la piscina del submarino amarillo. A este paso repescarán al final a Marcelino... ¡quién sabe, amigos!