Ya está, ya podemos suspirar tranquilos. La vida sigue igual y continuamos siendo los mismos. Generosos con el adversario, impotentes con nuestros propios errores y dibujando en nuestras frentes la "i" de ingenuos que nos caracteriza. Estaba convencido que íbamos a regalarle el partido al Atlético de Madrid y que íbamos a hacer el mejor portero del mundo a De Gea. El chaval recordará siempre que su debut en el Calderón con el primer equipo rojiblanco iba a saldarse con una victoria y que iba a detener un penalty. ¿Por qué lanzó el máximo castigo Babic? ¿Por qué no jugó de inicio Ewerthon? ¿Por qué no estuvo metido en el partido el Real Zaragoza y encajó el primer gol nada más comenzar el encuentro?
Son demasiadas preguntas, obvias, pero sin contestación. Ahí estamos, haciendo amigos. Poniendo la mejilla a la bofetada caritativa y dejando de ganar puntos que pueden sernos necesarios al final de la Liga. El Atlético de Madrid, ahora, no es mejor que el Real Zaragoza. Y hubiera supuesto un zarpazo formidable, puntuar en el Calderón. Volvimos de Madrid con las orejas gachas, convencidos de una derrota que jamás debió ocurrir, siendo mejores que el rival pero sin puntos en el equipaje.
No podemos vivir del empate del Molinón y de la victoria ante el Getafe. No quedan muchos puntos que sumar hasta 45 y vamos demasiado lentos, con tres menos de los necesarios para mantener una línea de regularidad que no nos precipite a los últimos puestos. Allí nos encontramos incómodos porque el equipo es trabajador, pero no aguerrido e implacable y bucear en la cola de la tabla no está hecho para nosotros. El equipo sigue falto de recursos y está cogido con alfileres. Nos falta gol y tenemos errores que significan derrotas.
¿Conocen ustedes algún equipo al que le piten dos penalties fuera de casa y pierda el partido?