Todos estábamos convencidos, y yo el primero, que podíamos vencerle al Valladolid en la Romareda. Un equipo que llevaba trece partidos consecutivos sin ganar, contra las once victorias seguidas en el estadio municipal del Real Zaragoza. Pero ni contra un candidato al descenso somos capaces de un triunfo, con una imagen de terrible fragilidad en la defensa y una escasa capacidad goleadora que da miedo.
Bueno, ahora ya todos somos conscientes de que saldremos goleados (como todo el mundo) de Madrid y Barcelona, que también nos darán "para el pelo" en cuatro o cinco estadios y que nos jugaremos los cuartos con el resto en horribles partidos de fútbol donde rivalizaremos en errores contra el resto de los equipos comparsa de este campeonato.
Lo de ayer contra el Valladolid fue vergonzoso. Los primeros minutos se convirtieron en el festival de la risa con situaciones defensivas que llevarían a la carcajada si no dieran pena. Es lamentable y bochornoso el espectáculo inverosímil que ofreció la zaga blanquilla, ofreciendo un carrusel de errores que no aprovechó el Valladolid de milagro para sonrojo de la afición zaragocista.
Y arriba hacemos menos daño que un león con guantes y zapatos de tacón, sin un delantero de referencia que pise el área contraria. A este paso no llegamos a los veinticinco goles a favor y rondaremos los cien en contra...
Pero lo peor es que la grada está harta y que no admite el menor fallo sin cabrearse. Los abucheos, los silbidos y los pañuelos, comienzan a ser frecuentes en la Romareda y eso que llevamos solamente tres jornadas. Ya vivimos en la duda, en el desánimo más brutal, en la convicción que esto no lo arregla nadie y que el infierno se ha instalado entre nosotros.
Una victoria en Gijón es necasaria, vital para que el estadio no se convierta el domingo en la peor pesadilla del Real Zaragoza y se desintegren antes del primer mes de competición, las ilusiones por un retorno a Primera que puede convertirse en un castigo implacable para el club.
No sé lo que harán los dueños de la entidad. Si yo fuera ellos, estaría muy preocupado y me pondría manos a la obra para intentar evitar un desastre de colosales dimensiones. Porque, además, la culpa de todo lo que está ocurriendo la tienen ellos.