domingo, 19 de julio de 2009

Los abyectos y mezquinos parásitos de esta profesión

Contar las cosas que pasan es una de las profesiones más antiguas e importantes de la humanidad. Ya en las primeras tribus prehistóricas había quienes reunían al resto del grupo para explicar de manera rudimentaria cómo se había producido la caza. Incluso en las cavernas se han plasmado maravillosas demostraciones artísticas de los animales y de los hombres que participaban en esta fundamental actividad para los primeros humanos.

Después, son múltipes los ejemplos en civilizaciones como la egipcia, la babilónica, la maya o la azteca, sobre sus paredes en forma de pinturas o bajorrelieves. Llegaron los papiros, la piel de los animales, la piedra, los pergaminos o el papel.

La evolución de la imprenta favoreció la publicación de libros, la alfabetización de millones de personas y posteriormente llegaron los periódicos. El siglo XIX dio un gran salto con la llegada del telégrafo y en el XX, la aparición de la radio y la televisión le dieron una dimensión global al periodismo. Ha sido con la irrupción de internet donde más evolucionó el concepto de la transmisión de datos, textos, sonidos, imágenes y videos, hasta tal punto que la inmediatez de la información y su actualización han hecho de esta profesión algo imprescindible para nuesto concepto de estar permanentemente comunicados con lo que ocurre a nuestro alrededor y a miles de kilómetros de distancia.

En los más de treinta años que llevo en esta profesión he coincidido con maestros de la comunicación de los que he aprendido muchísimo. También he compartido redacción con personas que han trabajado con una gran dignidad pese a no tener una notoriedad relevante, y de quienes he compartido su capacidad profesional. He competido con voraces periodistas para conseguir noticias, e incluso he rivalizado con algunos en los momentos de mayor competitividad, sin bdarme cuenta que era utilizado, como ellos, por los medios para incrementar la audiencia y que obtuviesen beneficios económicos gracias a la publicidad.

Pero también he conocido gente sin escrúpulos que han medrado gracias a su connivencia con el poder e innobles "pelotas" que han coseguido cierta posición por su servilismo. Parásitos que, chupándole la sangre a quienes tenían en su entorno, han brillado fugazmente. Son los que suelo llamar "mierda en medio", seres mezquinos y farsantes que devoran a sus más cercanos y crecen en su vulgaridad.

Pero como ocurre con una resaca, cuando se pasa se trata solamente de un mal recuerdo que fácilmente se olvida. Son como una sombra, que no dejan huella aunque durante algún tiempo cubran de oscuridad la realidad e intenten apagarla. Tipos despreciables que merecen solamente el insulto, convertirles en proscritos o, simplemente, el más absoluto de los olvidos.