viernes, 30 de julio de 2010

El Espanyol corre peligro

Si no cambia de nombre, hace algunos años ya se rumoreó, es muy posible que el Parlamento Catalán prohíba jugar al club periquito en la Liga española. Por lo menos, con su actual denominación, después de impedir que se celebren corridas de toros en su territorio. A mi los toros no me gustan especialmente, como tampoco las vaquillas, el rap o el queso, pero no se me ocurriría si estuviera encaramado al poder perseguir o criminalizar la venta y el consumo del gruyère o del parmesano.

Creo que la prohibición de las corridas de toros tiene un sospechoso elemento independentista por alejarse de la llamada "fiesta nacional", apartándose de una tradición española que, como otras muchas, repugna a cierto sector separatista de la región catalana. Pronto ocurrirá lo mismo con el flamenco, aunque la presencia de origen andaluz en Cataluña es muy importante. De momento, y por el contrario, seguirán ensogando a los toros, colocándoles fuego en los cuernos y demás curiosidades festivas, demostrando que la intención catalanista no es para mitigar el dolor a los animales sino, simplemente, por alejarse de España.

Lo habrán pasado mal algunos, los más acérrimos y fundamentalistas, con el éxito de la Roja en el pasado Mundial. Y que, incluso en Cataluña, se celebrase con banderas españolas (que también son de los catalanes con todo el derecho del mundo) la victoria ante Holanda. Los más ultras rumian su venganza y destilan su odio, que se les escapa por todos los orificios de su cuerpo.

Dijo Josep Pla que "el nacionalismo es como un pedo, sólo le gusta al que se lo tira". Miguel de Unamuno escribió que "el nacionalismo es la chifladura de exaltados echados a perder por indigestiones de mala historia." Albert Einstein, por su parte, afirmó que "el nacionalismo es una enfermedad infantil. Es el sarampión de la humanidad". Ernest Gellner aseguró que "El nacionalismo no es el despertar de las naciones hacia su conciencia propia: inventa naciones donde no las hay". Adolfo Suárez escribió que "El proceso autonómico tampoco puede ser una vía para la destrucción del sentimiento de pertenencia de todos los españoles a una Patria común. La autonomía no puede, por tanto, convertirse en un vehículo de exacerbación nacionalista, ni mucho menos debe utilizarse como palanca para crear nuevos nacionalismos particularistas." Y Pío Baroja, sonrió ante el independentismo expresando que "el nacionalismo es una enfermedad que se cura viajando."